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la época en que sus padres habían comenzado a recibir
aquellas notas mecanografiadas. Lo cierto es que éstas no
correspondían al estilo habitual del joven, ni siquiera al de
aquella desesperada misiva que escribiera al doctor Willett.
Respondían a un estilo raro y arcaico, como si el
desquiciamiento mental del autor hubiera dado rienda suelta a
una serie de tendencias e impresiones adquiridas
inconscientemente durante el período juvenil de afición a las
antigüedades. Se evidenciaba en ellas un fuerte deseo de
modernidad, pero el espíritu, y a veces hasta el lenguaje,
pertenecen indiscutiblemente al pasado, ese pasado que se
hizo también evidente en la actitud y los gestos de Ward
cuando recibió al doctor en aquel sombrío bungalow. Se
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Galbadian Garden Club de Rol
EL CASO DE CHARLES DEXTER WARD
H. P. LOVECRAFT
inclinó, señaló un asiento a Willett y empezó a hablar
bruscamente en aquel extraño susurro en que, al parecer, se
sintió obligado a explicar.
-Me está afectando mucho a los pulmones -comenzó-,
este relente del río. Tendrá que disculpar usted mi ronquera.
Supongo que le ha enviado mi señor padre con el fin de que
averigüe qué me ocurre, y espero que no le dirá nada que
pueda alarmarle.
Willett estudió aquel tono enronquecido con sumo
interés, pero aún prestó mayor atención al rostro de su
interlocutor. Experimentaba la sensación de que en aquella
escena había algo de anormal y recordó lo que la familia de
Charles le había contado acerca de la impresión que había
recibido una noche el mayordomo de la casa. Hubiera
preferido que reinara un poco más de luz en la sala, pero no
pidió que se descorrieran las cortinas. Se limitó a preguntar a
su interlocutor qué le había impulsado a enviarle aquella
angustiada carta hacia poco más de una semana.
-Precis amente iba a hablarle de eso -replicó Ward-.
Como usted bien sabe tengo los nervios muy alterados y hago
y digo cosas que no se me deben tener en cuenta. Más de una
vez le he confiado que me hallo enfrascado en investigaciones
de gran trascendencia y la importancia de tales menesteres ha
llegado a trastornarme en más de una ocasión. Cualquier
hombre se hubiera asustado de lo que he descubierto, pero yo
pienso seguir adelante y pronto lograré lo que me proponía.
Fui un necio al volver a mi casa y someterme a la vigilancia de
esos guardianes. He llegado muy lejos y tengo que seguir
adelante. Mi lugar está aquí. Sé que no disfruto de buena
reputación entre mis vecinos y, por una debilidad, casi llegué a
creer lo que dicen de mí. En lo que hago, mientras lo haga bien,
no hay nada de perverso. Tenga usted la bondad de esperar
seis meses y le mostraré algo que recompensará sobradamente
su paciencia.
»Puedo, sí, decirle que cuento con un medio de
adquirir conocimientos mucho más seguro que el que
representan los libros, y dejaré que juzgue por sí mismo la
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EL CASO DE CHARLES DEXTER WARD
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importancia de lo que puedo aportar a la historia, a la filosofía
y a las artes en virtud de las puertas que ante mí se han
abierto. Mi antepasado había logrado traspasarlas cuando
aquellos estúpidos entrometidos vinieron a asesinarle. Pero
esta vez no ocurrirá nada semejante. Le ruego que olvide todo
lo que le escribí y que no tema este lugar ni nada de lo que
encierra. El doctor Allen es un hombre excelente y le debo una
disculpa por todo lo que le dije acerca de él. Ojalá estuviera
aquí, pero su presencia era indispensable en otra parte. Su
celo es igual al mío en todo lo que a nuestra investigación
concierne, y su ayuda me resulta inapreciable.
Ward hizo una pausa y el doctor apenas supo que
decir ni qué pensar. Sintió un profundo desconcierto al oír a
su interlocutor repudiar con tanta calma la carta que le había
dirigido y, sin embargo, en su fuero interno, estaba
convencido de que si bien las palabras que acababa de
escuchar eran extrañas, ajenas a quien las pronunciaba e
indudablemente producto de una mente desquiciada, la misiva
en cambio era trágica por su autenticidad y la semejanza que
guardaba con el Charles Ward que él conocía. Trató de
desviar la conversación hacia otros derroteros recordando al
joven algunos acontecimientos pasados que pudieran
restablecer la atmósfera de familiaridad en que transcurrían
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